Una línea de procesamiento de lácteos normalmente implica varias etapas para transformar la leche cruda en diversos productos lácteos. El proceso comienza con la recolección de leche cruda de las granjas lecheras, que luego es transportada a la planta procesadora. A su llegada, la leche se somete a una serie de tratamientos para garantizar que sea segura y apta para el consumo.

El primer paso en la línea de procesamiento suele ser la pasteurización, un proceso de tratamiento térmico que mata las bacterias dañinas y al mismo tiempo preserva el valor nutricional y el sabor de la leche. Después de la pasteurización, la leche se puede homogeneizar, un proceso mecánico que descompone los glóbulos de grasa para evitar que se separen y suban a la superficie, asegurando una textura uniforme.

Después de estos tratamientos iniciales, la leche se puede procesar en diferentes productos. Por ejemplo, se puede separar en nata y leche desnatada, que luego se utilizan para producir mantequilla, queso, yogur y otros productos lácteos. Cada producto requiere pasos de procesamiento específicos, como la fermentación para la elaboración de yogur o queso, o un enriquecimiento adicional con vitaminas y minerales.

La línea de procesamiento también incluye el embalaje, donde los productos terminados se envasan en contenedores como botellas, cartones o envoltorios. Se realizan controles de calidad en varias etapas para garantizar que los productos cumplan con los estándares de seguridad y calidad.

Finalmente, los productos lácteos se almacenan en un ambiente controlado para mantener la frescura y la calidad hasta que estén listos para su distribución a los minoristas y consumidores.